
EL SOL QUE NOS NUTRE
Por: V.M. Omraam Mikhaël Aïvanhov
El sol es el padre de los planetas, todos han salido de él; así pues, todo lo que existe en la
tierra, elementos químicos, substancias minerales o vegetales, existe ya en estado sutil,
etérico, en el sol. La cuestión es saber cómo, concentrándonos en el sol, podemos captar en
su pureza original todos los elementos de los que tenemos necesidad para nuestro equilibrio
y nuestra salud.
Pues mientras busquemos los remedios únicamente abajo, en el plano físico, sin hacer
ningún esfuerzo para elevamos, no ganaremos nada en el plano espiritual.
A la menor indisposición, la mayoría de la gente ingiere gran cantidad de medicamentos.
Por supuesto, los elementos que entran en la composición de estos medicamentos vienen
del sol, pero si hiciéramos el esfuerzo de tomar estos elementos del plano etérico, de la
fuente, nos sería más provechoso. La medicina no conoce todavía estos elementos, pues son
demasiado sutiles, pero son más importantes que todos los que ha descubierto hasta el
momento.
Actualmente, la medicina oficial da a las glándulas endocrinas un papel esencial. Es un
error.
En realidad, en el plano astral y en el plano mental existen otros factores que ponen en
marcha y rigen el funcionamiento de las glándulas endocrinas. Cuando una de estas
glándulas segrega hormonas en cantidad insuficiente o excesiva, produce anomalías en el
organismo, a causa de algo. Y esta causa, ¿dónde se encuentra? Precisamente en los planos
astral y mental. Estas dos regiones, donde se forman los sentimientos y los pensamientos,
todavía no han sido exploradas ni dominadas, pero desde ahí se proyectan los elementos
que se ponen en movimiento y alteran inmediatamente los demás instrumentos: las
glándulas endocrinas o el sistema nervioso, el simpático, los ganglios... Hay que ir a buscar
mucho más arriba las causas de las enfermedades y sus remedios. Poco a poco la ciencia las
descubrirá.
No hace mucho tiempo, se decía: «Si usted toma tantos prótidos, tantos lípidos, tantos
glúcidos, tantas sales minerales... usted tendrá tantas calorías que le darán tanta energía». Y
se creía que las calorías lo eran todo, hasta el día en que se advirtió que existían elementos
más sutiles e imponderables: las vitaminas. Desde entonces no se habla más que de
vitaminas y todo el mundo se atiborra de vitaminas. Los Iniciados no tienen necesidad de
tomar vitaminas: en sus trabajos espirituales, llegan a captar otros elementos mucho más
sutiles y eficaces que se encargan de poner todo a punto en el organismo, incluida la
asimilación de las vitaminas. Ahora se han descubierto las hormonas, pero no es la última
palabra.
La última palabra, os lo he dicho, son los pensamientos y los sentimientos. Sí, pues los
pensamientos y los sentimientos son fuerzas que ponen en marcha ciertos resortes que
actúan a su vez sobre el organismo, las glándulas endocrinas, el sistema nervioso etc., y
según sus cualidades, estos pensamientos y sentimientos producen la armonía o el
desorden. Hay actualmente algunos investigadores que trabajan en esta dirección, pero no
se les escucha. Más adelante, los médicos adoptarán oficialmente sus teorías: sólo se
estudiarán estos factores sutiles que son el pensamiento y el sentimiento, se crearán nuevas
ramas de estudio, con laboratorios y técnicas especiales y no les quedará otro remedio que
reconocer que la Ciencia esotérica tenía bases sólidas y reales.
Ahora os diré como podéis tomar esas partículas etéricas que el sol envía por la mañana. Es
muy simple, ni siquiera vale la pena saber cuáles son los elementos que restablecerán
vuestra salud, eso no tiene ninguna importancia. Esforzaos solamente en ascender a través
del pensamiento hasta las regiones más sutiles: os situáis allí, esperáis... y entonces vuestra
alma y vuestro espíritu, que son químicos y médicos muy competentes, que conocen
exactamente la naturaleza de todas las substancias etéricas, captan lo que os necesario y
dejan el resto a un lado.
Esperáis, inmersos en el amor, la sumisión, la alegría, la confianza... y poco después,
cuando volvéis, sentís que algo se ha restablecido, apaciguado, reforzado.
Importa poco si, por el momento, no conocéis la naturaleza de estos elementos. Lo que
puedo deciros en algunas palabras es que se encuentran en el prana. El prana es una fuerza
viva, es la vitalidad que proviene del sol, que se respira del aire y que se absorbe a través de
todas las células. Se puede comparar el prana al agua que desciende de las altas montañas, a
un río que encierra numerosos elementos nutritivos para los peces, pero también para los
animales y los hombres que viven en las orillas. El prana es un río que viene del sol hasta
nosotros y debemos extraer los elementos que necesitamos, a través de la respiración y la
meditación. Los que prefieren abrir la boca para tragar una píldora, deben saber que es
nociva y perjudicial, pues les impide desarrollar su voluntad; y por otra parte no les
aportará más que un alivio pasajero y superficial, en lugar de una mejora profunda y
duradera. No digo que no haya que tomar medicamentos, pero no lo hagáis nunca sin haber
captado antes estos elementos vivos, espirituales, que están en el prana. Pues el trabajo que
esto requiere, refuerza vuestra voluntad psíquica y espiritualmente, os pone en
comunicación con las regiones superiores, os vivifica, estimula y pone en marcha algunos
centros que preparan el terreno, y cuando después tomáis el remedio físico, el efecto es
mucho más poderoso y duradero.
Así pues preconizo los dos: el remedio de la farmacia y el remedio espiritual, pero le doy
preponderancia al lado espiritual. Evidentemente, ya os lo he dicho, los medicamentos
contienen substancias vegetales y minerales que provienen del sol, y si Dios ha depositado
estos elementos en la naturaleza, es para que nos sirvamos de ellos, no hay ninguna duda.
Pero creer que todo está ahí y que sólo eso puede equilibramos, es ir en contra de la Ciencia
esotérica.
Diréis: «Sí, pero esas partículas que recogemos a la salida del sol son imponderables, no
pueden ser eficaces». Es verdad, son imponderables, pero son la quintaesencia más viva
que el sol envía al universo. Y el hecho de que la medicina homeopática haya descubierto
que las dosis muy diluidas son a menudo más eficaces que las dosis muy concentradas,
prueba la veracidad de lo que os digo. ¿Por qué no absorber esas partículas imponderables,
ese tipo de vitaminas de naturaleza sutilísima que nos aportan los rayos del sol?
Se pueden obtener del sol muchas otras energías distintas de las que pueden servir para la
producción de electricidad o de energía para la calefacción. La energía del sol, si sabemos
captarla, puede damos la vitalidad y la salud, pero también la paz, la inteligencia, el amor...
Pero con esta filosofía, nos estamos anticipando a la humanidad en varios siglos. Por lo
demás, algunos me lo han dicho: «Con sus ideas, se adelanta a su siglo». Es verdad, lo que
pensamos hoy, el mundo entero lo pensará en el futuro.
Tenemos un cuerpo físico cuyas partículas se renuevan cada siete años. Evidentemente,
podemos preguntamos: ya que se produce esta renovación, ¿por qué tenemos las mismas
malas costumbres, las mismas debilidades, las mismas enfermedades? Pues porque las
nuevas partículas reciben la influencia de las huellas grabadas en la materia viva de nuestro
ser, y se ven obligadas a obedecer las viejas directrices. Por eso las nuevas partículas no
llegan a cambiar nuestro temperamento, a eliminar nuestras debilidades.
Podemos comparar este fenómeno al funcionamiento de una administración o de una
fábrica.
De vez en cuando, debido a enfermedades, a la vejez o a un fallecimiento, se ven obligados
a reemplazar algunos miembros del personal y llaman a nuevos empleados, más jóvenes y
más vigorosos. Pero en lo que respecta al trabajo, tienen que conformarse con lo que hacían
los empleados que les precedieron. Así pues, aunque las personas sean nuevas, sus
ocupaciones son las mismas. Igual ocurre con las nuevas partículas que recibimos a través
de nuestras diferentes actividades: nutrición, respiración, reflexión, sensación, etc... Por
eso, si queremos que estas nuevas partículas sean verdaderamente renovadoras y produzcan
efectos positivos, hay que darles otra orientación, imprimirles otro sello; ya os he mostrado
algunos ejercicios para lograrlo.
En realidad, el método más eficaz para renovar la materia de vuestro organismo, consiste en
saber trabajar con el sol; os explicaré como. Todas las mañanas estáis ante el sol que envía
por todas partes al espacio partículas luminosas de una gran pureza. ¿Qué os impide
concentraros para arrojar de vuestro ser físico y psíquico las viejas partículas usadas,
apagadas, enfermas y reemplazarlas por esas nuevas partículas que vienen del sol? Este es
un ejercicio de los más útiles que podéis hacer a la salida del sol: con vuestro pensamiento,
vuestra imaginación, intentad tomar partículas divinas e introducidlas en vosotros... De esta
forma, poco a poco iréis regenerando la materia de vuestro ser; gracias al sol, pensaréis y
actuaréis como un hijo de Dios.
La enfermedad no es otra cosa que una acumulación en el organismo de materias extrañas,
y para curaros, debéis expulsadas. Este es el verdadero concepto de la salud: ¡la limpieza!
Si es tan importante el saber recoger, por la mañana, las partículas que nos aporta el sol, es
porque son las únicas que no producirán en nosotros ninguna aglomeración, ninguna
impureza. Todo lo que coméis, bebéis, respiráis, deja siempre algún residuo, fatalmente.
Sólo los rayos del sol están hechos de una materia que no deja residuos. Por eso tenemos
que aprender a nutrirnos con este elemento superior que es la luz.
Si pregunto cuánto tiempo puede estar un ser humano sin comer, se me responderá:
«Cuarenta, cincuenta, sesenta días...» y cuánto tiempo sin beber: «Diez días, quince días...»
Y cuánto tiempo sin respirar: «Algunos minutos solamente». Es pues evidente que para el
hombre el alimento sólido (que corresponde a la tierra), es menos importante que el
alimento líquido (que corresponde al agua), y que el alimento líquido es menos importante
que el alimento gaseoso. Y si ahora pregunto cuánto tiempo puede estar un ser humano sin
fuego, se me responderá: ¡Años!
¡Hay gente que ha estado años sin calefacción, o que nunca la ha tenido!» En realidad no se
trata de ese fuego, sino del fuego que está en el hombre, y si ése se pierde, el hombre muere
al momento. Sí, el hombre pierde su vida inmediatamente después de que su corazón pierda
el calor. El fuego es pues el elemento más importante en el hombre; por ello debe aprender
a nutrirse de él y a preservarlo dentro de sí.
Esto es algo nuevo. Los humanos están habituados a nutrirse solamente con alimentos
sólidos, líquidos o gaseosos, pero ¿qué hacen con el cuarto elemento, el fuego, la luz? Poca
cosa o nada. No saben alimentarse de luz, la cual sin embargo les es más necesaria que el
aire. Por eso toda esa gente que nos critica y nos ridiculiza cuando vamos por la mañana a
la salida del sol, muestran su ignorancia e incluso diría que están embrutecidos. Asistimos a
la salida del sol para alimentamos de luz y en lugar de reírse de nosotros, tendrían que hacer
lo mismo. El hombre necesita alimentarse de luz para nutrir su cerebro. ¡El cerebro también
quiere comer!... Y la luz es su alimento: ésta despierta en el hombre las facultades que
permiten al hombre penetrar en el mundo espiritual. Mientras el hombre se contente con
alimentar el cerebro de partículas sólidas, líquidas o gaseosas, que no son las que necesita,
estará muy limitado en su comprensión.
Comprenderá quizá las cosas de la tierra, pero los misterios del universo se le escaparán.
Diréis: «Sí, pero comiendo y bebiendo también se alimenta el cerebro.» Es verdad, pero
solamente su parte menos sutil. Pues el cerebro, que es un órgano jerarquizado, está
constituido por varias zonas: unas contienen centros que permiten manejar las realidades
del mundo material e intelectual, pero otras contienen centros capaces de entrar en relación
con las realidades del mundo espiritual, del mundo divino. Si aprendéis a alimentar vuestro
cerebro con este elemento sutil que es la luz, los resultados serán diferentes. La tradición
refiere que un día Zoroastro preguntó al Dios Ahoura Mazda cómo se alimentaba el primer
hombre y Ahoura Mazda le respondió: «Comía fuego y bebía luz.»
Diréis: «Sí, pero para reemplazar todas nuestras viejas partículas, quizá hagan falta siglos.»
No, podéis acelerar esta transformación con la intensidad de vuestro amor. Cuanto más
améis la luz, más la atraeréis hacia vosotros.
La mayoría de los humanos tienen respecto al sol la misma actitud inconsciente que
respecto a la alimentación. No se preocupan de la forma en que comen. Se pasan la comida
hablando, gesticulando, riñendo, y creen que el organismo se encargará de recibir y escoger
todos los alimentos necesarios para su buen funcionamiento. y es verdad, el organismo se
encarga. Pero lo que no saben, es que el alimento contiene fuerzas y elementos sutiles
venidos del espacio, que sólo una alimentación consciente puede permitimos recibir. Estos
elementos que pertenecen al plano etérico, al plano astral e incluso al plano mental, pueden
ayudamos a mejorar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y todo nuestro
comportamiento. Sí, pero a condición de saber comer consciente e inteligentemente.
Es exactamente lo que se produce cuando se asiste a la salida del sol. Si estáis sentados
delante del sol, pensando en otra cosa, recibiréis siempre algunos beneficios físicos de su
calor y de su luz, pero los elementos más sutiles que pueden ayudaros en vuestra evolución
espiritual, no los recibiréis. Si sois conscientes de que a través de sus rayos el solos
transmite su vida, su amor, su sabiduría y su belleza, os preparáis para recibirlos, abrís en
vosotros millares de puertas por las que esos rayos pueden entrar a depositar sus tesoros, y
es así como llenáis todo vuestro ser con los beneficios del sol.
Por esto es tan importante ser consciente de lo que representa el sol. Así es como podréis
recibir los elementos que os ayudarán a profundizar en las leyes y en los misterios de la
naturaleza, a gustar de la dicha y de la paz.
DEL LIBRO:
HACIA UNA CIVILIZACIÓN SOLAR.
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