En al Luna de la Rosa.
Tusayan.

Doncella del Cántico de la Luna :
¿No he hablado claro? No hay sitio para el indio en vuestro mundo. No hay ocupación alguna para él, salvo un esfuerzo penoso, para el que el aborigen de adiestramiento.
¿Dinero? ¡Sí! Un hombre puede hacer allí dinero. Pero, ¿qué podría comprar un indio en la tierra del hombre blanco que pueda merecerle la pena? El indio cuya inteligencia logra hacerle un sitio allá en los círculos más elevados, inclusos allá no es más que un salvaje enjaulado, domesticado y mimado, al que se muestra a los amigos como una novedad para una tarde o una noche.
A menudo es agasajado de una manera que no es buena para él. Sus compañeros de colegios y sus amigos se divierten mucho planeando cosas en que hay novedad. Algunas veces las hermanas y las primas de los compañeros de colegio contribuyen al entrenamiento, pero los compañeros de colegio no se dan cuenta.
Las hijas del desierto no son lo bastante listas para esta doble vida, pero con la enseñanza de la gente blanca ya aprenderán algún día. ¡Es inevitable!
Yo, Sé-téwa, quiero morir como un indio antes de que esto suceda.
Reverenciada doncella, tu vida, encerrada y santificada como es, no sabe nada de las desilusiones que un joven indio experimenta a cada instante entre las blancas multitudes de las ciudades. No quiere que le contemplen -que le admiren por que puede jugar muy bien, y le compadezcan porque es uno de los grandes discriminados.
La simpatía que implica comprensión : eso es lo que espera, y lo que busca en cada semblante, y todo lo que encuentra es una interrogación, como si la mirada dijera : "¿Qué es lo que buscas, caminante cobrizo?".
Yo no buscaba nada. Me cogieron porque mi pueblo no sabía cómo decir "no" a "Washington".
¡Yo llevaba conmigo los cantos de los ancianos y los recuerdos del desierto, y los sueños, los sueños de la grandeza que iba a ver!
¡No la vi! Pensaba en las águilas encadenadas en los tejados de la vieja Walpi por causa de las plumas que se les han de coger para la Ceremonia de la Serpiente. El águila arrastra las cadenas y piensa en sus compañeras que vuelan sobre las corrientes superiores del aire sobre el desierto y la mesa y el bosque de pinos de los navajos.
¡Yo era igual que ella, una joven águila arrastrando su cadena!
¡De pronto todo el mundo cambió para mí, y escuché tu voz, voz de un pájaro nocturno cantando uno d e mis cantos indios! No podías saberlo, pero yo lloré aquella noche por primera vez después de que me llevaran de la mesa. No volví a sentirme solo.
Fue a mi Hoetska, mi canto del pájaro nocturno, a lo que pusiste música primero. ¡Y pude sentir el murmullo del viento del desierto y el olor de la salvia y ver a las estrellas sobre la mesa - todo en esa música - y todo gracias a tu voz! ¡Por eso, por haberlo cantado, tú eras la única mujer, pero por haber unido tu música a mis palabras eras el verdadero espíritu del sueño de un muchacho!
El muchacho era sólo un joven salvaje, y su adoración divertía a tus amigos, pero no a ti, ¡amada señora de la Canción de la Luna! ¡Tú únicamente viste un alma para ser ganada para tu religión, y eso era muy dulce y a la vez muy serio para ti, querida y reverenciada alma!
¡Las palabras inglesas me parecen muy duras cuando las uso para hablar contigo! Si conocieras la lengua hopi, la inflexión de sus palabras te diría cuál es la diferencia. Yo siempre pienso en ti en hopi...

"Cartas de amor de un joven indio"

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