LA COSECHA DEL SOL

- Las Máquinas Humanas. La Cruda Realidad de la Existencia. La Creación de Hombres Solares. La Preparación del Mercu­rio. Los Colores de la Alquimia. Los Cuerpos Solares. El Hombre Causal. El Hombre Solar.—

Estamos aquí para estudiar: ustedes para escucharme, y yo para hablar.

Ciertamente, saber escuchar es algo muy difícil; más fácil es saber hablar. Cuando se escucha, por lo común inter­viene un traductor dentro de nosotros que es el Yo, el Ego, el Mí mismo, el Sí mismo, y todo lo traduce de acuerdo con sus propios conceptos, ideas, opiniones, etc, etc., etc.

Así que, saber escuchar no es tan fá­cil. Ante todo se hace necesario comprender que hay algo en nosotros que está más allá de lo meramente físico.

Tenemos un cuerpo de carne y hue­so, eso es obvio, y cualquiera acepte esa realidad, pero muy pocos comprenden que tenemos una sicología susceptible de modificación. Hay necesidad de com­prenderlo si es que en realidad de verdad deseamos transformarnos.

Quienes aceptan que tienen una sicología, de hecho comienzan a auto-observarse. Cuando alguien se auto-obser­va, es señal de que intenta transformarse. Nosotros necesitamos transformarnos.

La vida así como está, en realidad de verdad, no es muy atractiva: nacer, crecer, decrecer y morir; se vuelve dema­siado aburridora. Trabajar terriblemente para existir y existir en una forma mise­rable, no tiene caso. No solamente exis­ten en forma miserable las gentes que tienen dinero, sino también las gentes que no lo tienen.

Hay dos maneras de revolcarse entre el lodo: algunos se revuelcan entre el lodo de la miseria, y otros se revuelcan entre el lodo de las riquezas; todo es desolador.

Así que, vivir por vivir, existir así porque sí, sin saber por qué, ni para qué, no tiene la menor importancia.

¿Qué es lo que somos? ¿Con qué objeto existimos? ¿Para qué vivimos? ¡Tantos afanes! ¿Y al fin qué?

Cada uno de nosotros es simplemente una máquina encargada de transformar energías.

Sucede que las energías de los Sie­te Planetas, energías planetarias del Sistema Solar, no pueden pasar así porque sí al interior de la Tierra, debido al hecho mismo de que nuestro planeta es diferen­te: es un mundo gobernado por cuarenta y ocho leyes, un mundo completamente distinto a los otros mundos del Sistema Solar.

Miradas las cosas desde este punto, es claro que necesita este Sistema Solar en general, de canales para que la energía Cósmica o Universal, pueda pasar única­mente. Se necesita que se transforme mediante los mismos canales. Sólo una energía transformada y adaptada fuera del organismo del Planeta Tierra, podría ser útil al mismo.

Téngase en cuenta que la Tierra es un organismo vivo, que necesita exis­tir, que tiene necesidad de las energías Cósmicas de la existencia, de las energías Cósmicas para vivir. Así como nosotros tenemos necesidad de tener energías para existir, así la Tierra nece­sita energías para vivir; es un organismo. Pero las energías que recibe la Tierra para que pueda existir, vienen de otros planetas del Sistema Solar, repito, pero como nuestra Tierra es tan distinta a los otros planetas, se necesita que esa energía se transforme para que pueda alimentar al planeta Tierra. Y no podría transformarse si no existiesen canales por donde la energía pasase.

Afortunadamente esos canales exis­ten, están constituidos por la vida orgá­nica que como fina película, el Logos ha establecido en la costra terrestre: es pues, la delgada película de la vida orgánica vegetal, animal, humana; es necesaria para que las energías puedan transformarse y pasar al interior de la Tierra. Sólo así podría existir la Tierra, de lo contrario, no podría existir como organismo vivo.

Nosotros los seres humanos somos simplemente máquinas por donde la ener­gía cósmica debe pasar. Cada uno de nosotros recibe ciertas cargas de elec­tricidad y magnetismo que luego trans­forma inconscientemente y retransmite automáticamente al interior mismo de la Tierra; para eso existimos.

¡Tantas amarguras para que la Tierra exista, para que esta mole plane­taria gire alrededor del Sol, y nosotros que nos creemos tan grandes, y realmente no somos más que simples maquinitas transformadoras de energías! Y el motivo de nuestra existencia es ése. Para que esta mole planetaria exista, debemos conti­nuar nosotros; trabajar para comer y poder vivir, existir para la economía de la naturaleza.

A ella no le importa qué ideas ten­gamos, qué creencias; a ella lo único que le interesa es recibir el alimento correspondiente, el alimento energético que debe pasar por nuestros cuerpos; eso es todo.

Nosotros vivimos riñendo en las ca­sas, en las calles, o en los campos de batalla; sufriendo bajo el tacón de un tira­no en la fábrica, posiblemente el de la oficina; pagando nuestros consabidos impuestos para poder figurar como ciu­dadanos; Pagando una renta para que no nos pongan de patitas en la calle, etc., y todo para que esta mole pueda existir, para que este planeta pueda for­mar parte del concierto de los mundos, para que pueda palpitar y tener existencia.

¡Tantas madres que sufren! ¡Cuán­tas más adolecen de falta de alimento, algunas ni siquiera tienen la leche para sus criaturas! ¡Cuántos ancianos con sus consabidas experiencias! ¡Cuántos niños que empiezan a recibir regaños! En fin, todo para que una mole planetaria exista.

Es un poco duro esto, un poco cruel, - diría yo -, despiadado; y eso somos, nada más que eso. Si siquiera fuéramos seres humanos, algo sería; pero ni eso. Los pobres animales intelectuales car­gando la pena de vivir, eso es lo que so­mos. Parecería muy pesimista por aque­llo de que contrasta.

Recordemos las famosas pachangas, y reímos ante la copa, etc., y nos parece que la vida tiene momentos felices y es que no sabemos nosotros entender lo que es felicidad: confundimos a los instantes de placer con la auténtica y legítima felicidad. Obviamente marchamos por caminos equivocados, y ¿qué queda después del hastío, del pla­cer? Únicamente el desengaño, la decep­ción.

¡Cuántas veces se casa un hombre que cree que adora a una mujer! ¡Una mujer que cree que ama a su hombre! ¡Se casan! Más en realidad de verdad estaban auto-fascinados, no se amaban; Creían que se amaban, mas no se ama­ban; Ellos pensaban que se amaban. Lo que sucede es que se confunde el Amor con la pasión. Satisfecha la pasión mera­mente animal, lo único que queda en la pareja que tanto se adoraba es el asco, el hastío, la decepción, y eso es todo. De allí en adelante, la cosa es rutinaria; solamente se habla de Cuenta de Banco, de la renta, de la ropa que está sucia y hay que lavarla, que necesitamos un carro para salir al trabajo de cuando en cuando, salir por allí a dar un paseo para buscar un escape al aburrimiento o a una pachan­ga que termina en una tremenda borra­chera con gran decepción. Y así va pasan­do la vida hasta que llegamos a viejos, y ya viejos nos sentimos veteranos, nos gusta que nos llamen los bisnietos, que nos digan abuelos, para narrarles nues­tras tristes historias de las cuales nos sen­timos orgullosos, historias corrientes de la vida: “En mis tiempos el presidente fulano de tal hizo tal y cual obra”; para contarles alguna cruenta lucha fratricida en la que tomamos parte, obviamente para documentarla con nuestras heridas de guerra, de las que bien podemos sentimos orgullosos; que murió nuestro hu­mano tal; que nuestro primo perdió su fortuna o de que los tiempos aquellos eran mejores, etc. Al fin, llegó la muerte un día infeliz.

¿Para eso trabajamos tanto?

Afortunadamente en el LOGOS hay algo más, el Sol es compasivo. Si bien es cierto que nos tiene convertidos en unas maquinitas ahí sirviendo a la naturaleza que creó, no es menos cierto que tiene un interés creado también.

El no va a crear una naturaleza, no va a crear una vida orgánica en la costra de un mundo encargada de dar vueltas alrededor del Sol así porque sí. Ningún caso tendría crear un planeta para que girara alrededor de un centro de gravi­tación nada más porque sí, como por vacilar, sin un propósito definido. No tendría caso haber creado este planeta para nada; tiene que haberlo creado para algo. Crear para nada sería, dijé­ramos, la tontería de las tonterías. Yo creo que ni ustedes lo harían. Ustedes no se pondrían a hacer un aparato ahí, y hasta sufrir por el tal aparato; ponerlo en la existencia para nada, para luego destruirlo. Yo creo que tiene un objetivo esta creación. Él cobra un precio, sí y nos exige de verdad por haber creado la delgada película de la existencia orgánica sobre la faz del mundo. Él quiere sacar algo de allí, tiene un interés, y tiene razón además. Él quiere sacar una Cosecha de Hombres Solares; la idea no está mala, pero sí difícil.

Se trata de un ensayo muy espantoso por cierto, y bastante trabajoso en el tubo de ensayo de la naturaleza. Eso es lo que él quiere, crear Hombres Solares.

Me viene a la memoria en este mo­mento Diógenes con su Linterna. Él anduvo un día por las calles de Atenas con una lámpara encendida buscando un Hombre, y no lo halló. Y llegaba a la casa de los Sabios con la linterna, se pa­seaba por las habitaciones con su lám­para buscando en los rincones, en los patios, en los corredores.

— ¿Qué buscas Diógenes? Le decían.

— ¡Un Hombre!

— Pero si las calles están llenas de hombres, las plazas públicas están llenas de hombres.

— ¡Esos no son hombres! Respondió. ¡Son bestias! ¡Comen, duermen y viven como las bestias! Y visitó las casas de los científicos y de los artistas y por donde quiera hacía lo mismo, Es obvio que los enemigos aumentaban a medida que visi­taba casa tras casa, todos se sentían ma­nifiestamente ofendidos con Diógenes, y tenía razón, no lo halló.

Muchos han querido creer que sí lo halló en alguna parte. Partidarios de Marat pensaban que si lo había encontra­do en una cueva, ¡tontería! La verdad fue que no lo halló. Si Marat fue un Hombre, allá Marat. Pero hallar a un Hombre de verdad, en todas partes es muy difícil; no lo halló.

Vivía Diógenes dentro de un tonel; ahí comía y allí existía; ni siquiera tenía casa. Vivía dentro de un tonel, es decir, lo que diríamos nosotros, un recipiente, un barril.

Lo interesante de Diógenes, fue que al tiempo de morir, le isitara entonces, nada menos que Alejandro Magno, aquél que logró colocar a toda Europa, a toda Asia bajo su cetro. Se dio el lujo de co­rrerlo un hombrecillo como Diógenes viviendo dentro de un tonel, se da el lujo de “correr” a Alejandro Magno. Dice en su agonía: “Alejandro, retírate y déjame a solas con mi Sol”. Es decir, con su Dios interno, y a Alejandro no le quedó más remedio que irse, es decir, lo puso de patitas en la calle. Un humilde Hombre como Diógenes poniendo de patitas en la calle a Alejandro Magno, es un lujo que todos no se pueden dar, ¿verdad?

Bien, continuando hacia adelante, llegamos a la conclusión de que Hom­bres auténticos en el sentido de la palabra es muy difícil de encontrar, muy traba­joso.

Afortunadamente el Sol ha deposi­tado en las glándulas sexuales los gér­menes para el Hombre. Podrían desarrollarse tales gérmenes si nosotros cooperamos con el Sol, entonces dejaríamos de ser simples máquinas parlan­tes como actualmente somos, nos conver­tiríamos de verdad en Hombres, en Reyes de la Creación. Pero decir que esta huma­nidad está compuesta por Hombres es exagerar la nota, porque yo entiendo que el Hombre es el amo y Señor, el Rey; así lo dice la Biblia, el Rey de la Creación, creado para gobernar a todas las especies animales, vegetales; para gobernar el mar, el aire, el fuego, y si no es Rey, no es Hombre.

¿Cuál de ustedes puede gobernar a los elementos? ¿Cuál de ustedes es capaz de desatar las tempestades? ¿Cuál de ustedes es capaz de extinguir un in­cendio? ¿Cuál de ustedes es capaz de po­ner en actividad los volcanes de la Tie­rna? ¿Hacer estremecer el mundo? ¿De­satar un terremoto o destruirlo?

Si no somos amos de la Creación, entonces no somos Hombres. Porque está escrito en la Biblia que el Hombre es e1 Rey de la Creación. Así, pues, somos Reyes, o no somos, Si somos víctimas de las circunstancias, si un terremo­to acaba con siete mil personas como sucedió ahora en Europa el siete del presente mes, ¿en qué quedamos? ¡Víctimas de sus circunstancias!.

¿Dónde están los Hombres? Si pueden aplastarnos los elementos de la misma forma en que nosotros aplasta­mos un hormiguero, ¿dónde está la ca­racterística de Hombres que decimos que somos? Realmente por mucho que presumamos de tales, en el fondo no somos más que simples animales condenados a la pena de vivir.

Hay gérmenes aquí en nuestras glándulas, gérmenes que podrían trans­formarnos en Hombres. Esos gérme­nes deben desarrollarse en nosotros. Pueden desarrollarse si cooperamos con el Sol y sus ideas Solares. Para eso es que Él ha creado esta raza. No solamente para que sirva de economía a la naturaleza, uno con el propósito bien definido de sacar una Cosecha de Hombres Sola­res.

En tiempos de Abraham el profeta, pudo el Sol sacar una cosecha hermosa de Hombres Solares. Durante los pri­meros ocho siglos del Cristianismo, se logro otra pequeña cosecha. En la Edad Media, unos pocos. Actualmente se está haciendo el último esfuerzo, pero como quiera que esta humanidad. Perversa del siglo XX se ha vuelto ene­miga de las ideas Solares, terriblemente materialista, mecanicista y lunar en un ciento por ciento, el Sol trata ya de perdida, sacar una cosecha pequeña de Hom­bres Solares. Luego de sacada la Cosecha, destruirá la Raza porque ya no le sirve para el experimento, ya no tiene caso, ya no le sirve a su experimento.

Gente que ya no tiene ningún inte­rés en las Ideas Solares, que solamente piensan en las cuentas de banco, en los flamantes automóviles, en las actrices de Hollywood; gentes que solamente quieren sus acciones pasionarias sexuales, drogas, etc., no sirven ciertamente para el experimento del Sol.

LA CONCIENCIA DE LA NATURALEZA

“Las gentes creen que la naturaleza es algo inconsciente, pero se equivocan. ¡Pobres gentes!”

“¡HIJOS DE LA TIERRA! escuchad a vuestros instructores, los Hijos del Fuego…”

“Reyes y reinas del fuego, criaturas de los bosques... ¡os conjuro!. No hay selva que no tenga su genio... No hay ár­bol que no tenga su criatura, sus poderes y su inteligencia... No hay árbol sin alma... Todo vegetal es el cuerpo físico de una criatura elemental de la naturaleza...”

“Las plantas tienen alma, y las almas de las plantas encierran todos los poderes de la Diosa Madre del Mundo...”

“Las almas de las plantas, son los elementales de la Naturaleza. Estas criaturas inocentes todavía no han salido del Edén, y por lo tanto aún no han perdido sus poderes ígneos...”

“Los elementales de las plantas, ju­guetean como niños inocentes entre las melodías inefables de este gran Edén de la Diosa Madre del Mundo”.

“No hay nada que no tenga alma en esta creación ardiente...”

“Si observamos con los ojos del Es­píritu el fondo ardiente de una roca milenaria, vemos que CADA ÁTOMO ES EL CUERPO FÍSICO DE UNA CRIATURA ELEMENTAL mineral, que lucha, ama y trabaja entre el crepitar ardiente de las llamas universales, anhelando intensamente subir las gradas ardientes del carbón y del diamante, para tener la dicha de ingresar al reino sublime de los vegetales...”

Así, con estos párrafos anteriores nos habla nuestro Venerable Maestro SAMAEL AUN WEOR, en su maravillo­sa obra “Rosa Ígnea”.

Millones de lectores de periódicos rusos recibieron las primeras ideas de que las plantas comunican sus emociones al hombre en octubre de 1970, cuando Pravda publicó un articulo titulado “Lo que nos dicen las hojas”.

“Las plantas hablan... Sí, gritan” declaró el órgano oficial del partido comunista. “Solo que parece que aceptan sus infortunios sumisamente y sufren su dolor en silencio” El reporte de Prav­da, y Chertkov nos dice que fue testi­go de estos acontecimientos extraordi­narios en Moscú cuando visitó, el labora­torio de Clima Artificial, instalado en la Academia de Ciencias Agrícolas de Timiryazev.

“Delante de mis ojos, un tallo de echada gritó literalmente cuando se metieron sus raíces en agua caliente. Es verdad que la “voz” de la planta sólo se registró en un instrumento electró­nico especial de extraordinaria sensibilidad que reveló en una ancha tira de papel “un valle de lágrimas sin fondo” Como si se hubiese vuelto loca, la aguja grabadora describió en las contorsiones de sus trazos sobre la superficie blanca la agonía mortal del tallo de cebada, aunque, limitándose a mirar a la pequeña planta, nadie habría sospechado jamás lo que estaba padeciendo. Mientras sus hojitas seguían erguidas y verdes como siempre, el “organismo” de la planta estaba ya muriendo. Algún tipo de cé­lulas “cerebrales” nos estaba diciendo desde dentro de ella lo que le ocurría”.

Este aparte anterior extraído del libro “La Vida Secreta de las Plantas”, encuentra un complemento formidable con este otro de la misma obra:

“Creyendo que se estaba haciendo sensacionalismo en los periódicos de occidente”, decía el reportero de Izvesti­ya, Matveyev se trasladó a Leningrado, donde se entrevistó con Vladimir Grigorievich Karamanov, director del laborato­rio de Bio-cibernética del Instituto de Agro-física para recabar una opinión autorizada al respecto.

“Según el reportero de Izvestiya, Karamanov mostraba como una planta leguminosa corriente había adquirido algo equivalente a “manos” para indicar a un cerebro instrumental que cantidad de luz necesitaba. Cuando el cerebro mandaba señales a las “manos”, éstas no tenían más que oprimir un conmuta­dor, y la planta podía entonces esta­blecer por propia cuenta la longitud óp­tima de su “día” y de su “noche”. Pos­teriormente, cuando la misma planta había adquirido el equivalente de unas “piernas”, podía instrumentalmente indi­car si necesitaba agua. Acreditándose como un ser perfectamente racional —seguía el reportaje—, la planta no se atragantaba vorazmente de agua sin ton ni son, sino que se limitaba a beber unos dos minutos por hora, regulando la cantidad que necesitaba con la ayuda de un mecanismo artificial”.

“Esto era algo auténticamente sensacional en el terreno científico y técnico — terminaba el artículo —, demostración evidente de las capacidades técnicas del hombre del siglo XX”.

Cuando se le preguntó si creía que Backster había descubierto algo nuevo, Karamanov replicó en tono algo tolerante: “¡Nada de eso! Que las plantas son capaces de percibir el mundo que las rodea es una verdad tan anti­gua como el mismo mundo. Sin percep­ción, no puede haber ni hay adaptación. Sí las plantas careciesen de órganos sen­soriales y no tuviesen medios de transmi­tir y procesar la información con su me­moria y lenguaje propio, inevitablemente perecerían”

El profesor V. N. Pushkin, de la Unión Soviética, doctor en Ciencias Sociológicas, tratando de encontrar un sig­nificado en las reacciones de las flores, escribió:

“Es posible que exista un vínculo específico y positivo entre los dos sistemas informativos, el de las células de las plantas y el del sistema nervioso. El lenguaje de las células de las plantas puede estar relacionado con el de las cé­lulas nerviosas. Estos dos tipos de cé­lulas vivas totalmente distintas parecen ser capaces de “entenderse” recíprocamen­te”,

De la misma obra, entresacamos lo siguiente:

“La magia y el misterio del mundo vegetal que existe tras estas actividades científicas se han convertido también hace poco en el tema de un libro nuevo, titulado Hierba, de un escritor popular eslavófilo, Vladimir Soloukhin, que apare­ció a fines de 1972 en cuatro números de la revista Nauka i Zhizn (Ciencia y vida), que tiene una circulación de tres millones. Nació Soloukhin en una aldea próxima a la antigua ciudad de Vladimir, de Rusia septentrional, y quedó fasci­nado con la exposición que un buen día hizo Pravda del trabajo desarrollado por Gunar, extrañándose mucho de que no hubiese provocado más entusiasmo en sus paisanos rusos”.

Es posible que estén estudiados superficialmente los elementos de la me­moria de las plantas — escribe —, ¡pero por lo menos están en blanco y negro! Sin embargo, nadie es capaz de llamar a sus amigos o vecinos, nadie es capaz de gri­tar con voz de borracho por teléfono: ¿No te has enterado de lo que ocurre? ¡Las plantas son capaces de sentir! ¡Las plantas sienten dolor! ¡Las plantas gri­tan! ¡Las plantas lo recuerdan todo! ¡Las plantas piensan!.

Al empezar Soloukhin a llamar por teléfono a sus amigos, lleno de en­tusiasmo y alegría, se enteró por uno de ellos de que un miembro notable de la Academia Soviética de Ciencias, que trabajaba en Akademgorodok, la nueva población habitada casi exclusivamente por científicos investigadores y situada en las afueras del centro industrial mayor de Siberia Novosibirsk, había dicho lo siguiente:

“¡No se asombren! También noso­tros estamos realizando muchos experi­mentos de este tipo, todos los cuales se polarizan hacia una sola idea: las plan­tas tienen memoria. Son capaces de re­coger impresiones y retenerlas largos periodos. Hicimos que un hombre moles­tase y hasta torturase a un geranio varios días seguidos. Lo pellizcó, lo despedazó, le pinché las hojas con una aguja, echó ácidos en sus tejidos, lo quemé con un fósforo y le cortó las raíces. Otro hombre cuidó con todo cariño al mismo geranio, lo regó, removió y esponjó su suelo, lo salpicó con agua fresca, buscó apoyo para sus ramas, más pesadas y atendió a sus quemaduras y heridas. Cuando aplicamos los electrodos de nuestros instrumentos a la planta, ¿qué creen ustedes que ocurrió? En cuanto el que la había atormentado se le acerca­ba, el punzón grabador del instrumento empezaba a moverse frenéticamente. La planta no se ponía precisamente “nervio­sa”, sino que se asustaba, se horrorizaba. Si hubiese podido, se habría arrojado por la ventana o habría atacado a su verdugo. En cuanto éste se marchaba, y se ponía a su lado el hombre bueno, el gera­nio se apaciguaba, sus impulsos se desva­necían, y el punzón trazaba sobre la cartulina líneas tranquilas, podría decirse que hasta cariñosas”

I. Zabelín, doctor de ciencias geográ­ficas y profesor de la Universidad de Mos­cú, expresó:

“Estamos comenzando nada más a comprender el lenguaje de la naturale­za, SU ALMA, su razón. El “mundo in­terior” de las plantas se esconde a nuestra mirada tras setenta y siete sellos”.


Entre la multitud y el sonido silbante de los efectos relacionados con el entramado que nos une a todos.., una relación que nos convoca a cada uno de nos, pues...

El Triángulo que foguea llamas ardientes entre los 3 ejes del movimiento y se centraliza en una cometida de bellas aguas caóticas que gira y gira sin derramar ni una sola tormenta que nos reconduce al cielo y a la tierra que nos hace Ser, en un libre movimiento que nos depara a todos una bella armonía...

El Triángulo en movimiento, entre llamas acoge a los seres de la tierra fértil y con disponibilidad al movimiento de una tremenda inhalación e exhalación...

Trata de ver con los ojos de la vida misma, pues el Sol, en un reflejo que revela tus mas intimas relaciones contigo mismo.., la Luna acontece los planos mas sutiles y misticos de las densas llamas y corrientes aguaitas de tú propio Ser Interno...

La Tierra convocadora de los siglos.., Madre Intima de cada movimiento que restablece el orden de las masas creadas por el sistemas ordenado de las leyes del mismo Sol, que integra su mismo Sol expandido en si...


El Sol trae la llama del Dragón...!

La Luna, encanta a las Aguas benditas...!

La Tierra, procede con su neutralización...!

1 entra en el 3 y el 3 entra en el 1, justos hacen 1.......







Que tu sangre, sea mi sangre...!
Que tu Dios, sea mi Dios...!

Que todo aquello que te rodea;
como flores en el campo,
sea digno de ti,.. sea algo complaciente,
que tome las formas mas bellas y mas silenciosas para tu espíritu,
que es mi espíritu...

Que la vida,
te acoja en su seno para que la muerte solo sea una transformación hacia algo divino y bello en su movimiento mas exacto de ti...

Que el Fuego de la Divina Madre del Mundo,
sea expuesto en tu labor para que la Luz del Mundo sea atraída por tu caridad y tu belleza...

Que el Fuego serpentino que recorre los lugares mas íntimos de nuestro propio Ser, sea en ti un logro y una exactitud en pleno rendimiento por el Amor a esa serpiente digna de ver, de sentir, de contemplar y Amar en todo su esplendor...

Oh...!!!
Amada...!!!

Es el veneno el que toma mi locura por ti...?

Fuego, arde en mi...!
Agua, que se clarea bajo tu mirada...!
Aire, que a de impulsar el logos...!
Tierra, que forjas el imperio...!

Que el 5 elemento gire y gire sin parar hacia ti, Amada...!!!

Carta del jefe indio Seattle

Carta que el Jefe indio Seattle envió en 1854 al gran Jefe blanco de Washington, en respuesta a la oferta de éste de comprarle una gran extensión de tierras indias y crear una "reserva" para el pueblo indígena.

¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento ni aún el calor de la tierra? Dicha idea nos es desconocida. Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿cómo pueden ustedes comprarlo?

Cada parcela de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada brillante mata de pino, cada grano de arena en las playas, cada gota de rocío en los oscuros bosques, cada altozano y hasta el sonido de cada insecto es sagrado a la memoria y al pasado de mi pueblo. La savia que circula por las venas de los árboles lleva consigo las memorias de los pieles rojas.

Jefe indio SeattleLos muertos del hombre blanco olvidan su país de origen cuando emprenden sus paseos entre las estrellas; en cambio nuestros muertos nunca pueden olvidar esta bondadosa tierra, puesto que es la madre de los pieles rojas. Somos parte de la tierra y así mismo ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestra hermanas; el venado, el caballo, el gran águila, éstos son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y el hombre, todos pertenecemos a la misma familia.

Por todo ello, cuando el gran jefe de Washington nos envía el mensaje de que quiere comprar nuestras tierras, nos está pidiendo demasiado. También el gran jefe nos dice que nos reservará un lugar en el que podamos vivir confortablemente entre nosotros. Él se convertirá en nuestro padre y nosotros en sus hijos. Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Ello no es fácil ya que esta tierra es sagrada para nosotros.


El agua cristalina que corre por los ríos y arroyuelos no es solamente agua, sino también representa la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos tierras, deben recordar que es sagrada y a la vez deben enseñar a sus hijos que es sagrada y a la vez deben enseñar a sus hijos que es sagrada, y que cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de los lagos cuenta los sucesos y memorias de las vidas de nuestras gentes. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.

Los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed; son portadores de nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si les vendemos nuestras tierras ustedes deben recordar y enseñarles a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y también lo son suyos, y por lo tanto deben tratarlos con la misma dulzura con que se trata a un hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. Él no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otros, ya que es un extraño que llega de noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemiga; y una vez conquistada sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle. Le secuestra la tierra sus hijos. Tampoco le importa. Tanto la tumba de sus padres como el patrimonio de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que se compran, se explotan y venden como ovejas o cuentas de colores. Su apetito devorará la tierra dejando atrás sólo un desierto.

No sé, pero nuestro modo de vida es diferente al de ustedes. La sola vista de sus ciudades apena los ojos del piel roja. Pero quizá sea porque el piel roja es un salvaje y no comprende nada.

No existe un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ni hay sitio donde escuchar cómo se abren las hojas de los árboles en primavera o cómo aletean los insectos. Pero quizá también esto debe ser porque soy un salvaje que no comprende nada. El ruido sólo parece insultar nuestros oídos. Y después de todo, ¿para qué sirve la vida si el hombre no puede escuchar el grito solitario del chotacabras ni las discusiones nocturnas de las ranas al borde de un estanque? Soy un piel roja y nada entiendo. Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la superficie de un estanque, así como el olor de ese mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado con aromas de pinos.

El aire tiene un valor inestimable para el piel roja, ya que todos los seres comparten un mismo aliento, la bestia, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire. El hombre blanco no parece consciente del aire que respira; como un moribundo que agoniza durante muchos días es insensible al hedor. Pero si les vendemos nuestras tierras deben recordar que el aire no es inestimable, que el aire comparte su espíritu con la vida que sostiene. El viento que dio a nuestros abuelos el primer soplo de vida, también recibe sus últimos suspiros. Y si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben conservarlas como cosa aparte y sagrada, como un lugar donde hasta el hombre blanco puede saborear el viento perfumado por las flores de las praderas.

Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, yo pondré una condición: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos.

Soy un salvaje y no comprendo otro modo de vida. He visto a miles de búfalos pudriéndose en las praderas, muertos a tiros por el hombre blanco desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo cómo una máquina humeante puede importar más que el búfalo al que nosotros matamos sólo para sobrevivir.

¿Qué sería del hombre sin los animales? Si todos fueran exterminados, el hombre también moriría de una gran soledad espiritual. Porque lo que le sucede a los animales también le sucederá al hombre. Todo va enlazado.

Deben enseñarles a sus hijos que el suelo que pisan son las cenizas de nuestros abuelos. Inculquen a sus hijos que la tierra está enriquecida con las vidas de nuestros semejantes a fin de que sepan respetarla. Enseñen a sus hijos que la tierra está enriquecida con las vidas de nuestros semejantes a fin de que sepan respetarla. Enseñen a sus hijos que nosotros hemos enseñado a los nuestros que la tierra es nuestra madre. Si los hombres escupen en el suelo, se escupen a sí mismos.

Esto sabemos: la tierra no pertenece al hombre, el hombre pertenece a la tierra. Esto sabemos. Todo va enlazado, como la sangre que una a una familia. Todo va enlazado.

Todo lo que ocurra a la tierra le ocurrirá a los hijos de la tierra. El hombre no tejió la trama de la vida; él es sólo un hilo. Lo que hace con trama se lo hace a sí mismo. Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo, no queda exento del destino común. Después de todo, quizá seamos hermanos. Ya veremos. Sabemos una cosa que quizá el hombre blanco descubra un día: nuestro Dios es el mismo Dios. Ustedes pueden pensar ahora que Él les pertenece lo mismo que desean que nuestras tierras les pertenezcan; pero no es así, Él es el Dios de los hombres y su compasión se comparte por igual entre el piel roja y el hombre blanco. Esta tierra tiene un valor inestimable para Él, y si se daña provocaría la ira del Creador. También los blancos se extinguirán, quizá antes que las demás tribus. Contaminen sus lechos y una noche perecerán ahogados en sus propios residuos.

Pero ustedes caminarán hacia su destrucción rodeados de gloria, inspirados por la fuerza del Dios que los trajo a esta tierra y que por algún designio especial les dio dominio sobre ella y sobre el piel roja. Ese destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos por qué se exterminan los búfalos, se doman los caballos salvajes, se saturan los rincones secretos de los bosques con el aliento de tantos hombres y se atiborra el paisaje con exuberantes colinas con cables parlantes. ¿Dónde está el matorral? Destruido. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Termina la vida y empieza la supervivencia…


El Jefe indio Seattle