El abuelo apenas ha alzado su gran pipa esta noche cuando los niños empiezan a llegar, impacientes por saber el final de la historia. Chatanna no ha parado de preguntar a su padre si habían encontrado al Hombre Niño, pero no ha tenido más remedio que esperar que el anciano continúe la historia.

EL REGRESO DEL HOMBRE NIÑO

El Hermano Mayor se convirtió en golondrina y bajó volando de los altos acantilados y pasó rozando la superficie del agua. En una cueva oculta entre los pinos, celebraban un festín las aves acuáticas. Algunas cantaban y el gran hechicero curador, el Somormujo, estaba con ellas, tocando su sagrado silbato.
El Solitario, en forma de golondrina, bajó en picado a la orilla del agua y se dirigió respetuosamente al Somormujo, pidiéndole que le explicara algunos secretos de sus poderes. El Somormujo fue muy amable. Le enseño sus canciones sagradas y le enseño a curar las enfermedades.
-Ahora- dijo Golondrina-,
¡si me permitieras adoptar tu forma por muy poco tiempo, me sumergiría e intentaría curar a Unk-tay-hee a su esposa de las terribles heridas!
Somormujo no puso objeciones y así el nuevo conjurador guardó el equilibrio en la cresta de una ola ¡y lanzó su grito más fuerte antes de zambullirse en el agua azul! Los habitantes del mundo acuático lo vieron como si bajara navegando del cielo. Recorrió en su camino un gran bosque de plantas marinas, luego llanuras inmensa y, por último llegó a un valle profundo del mundo subterráneo donde halló a todos esperándole angustiados. Le recibió el anciano Tortuga, que le suplicó que se apresurara, pues el jefe y su esposa sufrían atrozmente.
-Que se vayan todos, pues he de estar solo para curarles-declaró el supuesto hechicero curador al entrar en el tipi del monstruo del agua.
Salieron todos de mala gana: Tortuga, el último. Explico a los demás que había oído al gran hechicero susurrar:
"¡Oh, pobre hermano mío!"
al tocar la cubierta de la puerta. Y es que la cubierta de la puerta estaba hecha de la piel del pequeño Hombre Niño.
Cuando se quedó solo en la tienda, el Solitario descolgó inmediatamente la piel de su hermano, ignorando los espantosos gemidos de los monstruos; vio a la culebrilla de agua espiándole detrás de la puerta. La habían mandado a ver lo que hacía, los otros, que sospechaban de él.
Mandó entrar a la culebra y la obligó a decirle dónde estaban los huesos de su hermano. Luego la pintó de verde en recompensa y le dijo que como había servido a ambas partes se arrastraría siempre sobre el vientre.
El Solitario recogió todos los huesos y se los llevó a tierra firme. Preparó una gran fogata y puso a calentar piedras para la primera cabaña sudatoria. Recogió salvia y acarreó agua en una vasija grande.
Envolvió luego con cuidado los huesos en la piel de su hermano y levantó encima un cobertizo de mimbres que cubrió bien con ramas verdes. A continuación, metió la mano derecha y roció las piedras calientes con agua utilizando para ello un manojo de salvia mojada.
El vapor llenó la cabaña y se oyó un leve suspiro.
Volvió a rociar las piedras con agua y oyó dentro crujidos como si los huesos se estuvieran juntando.
Cuando metió la mano por tercera vez, oyó una especie de canto lejano. E inmediato el pequeño Hombre Niño habló con su propia voz, suplicando que le sacaran de allí.

CHARLES A. EASTMAN (OHIYESA)
Y
ELAINE GOODALE EASTMAN

"Las Veladas del Tipi"

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