LA COSECHA DEL SOL

- Las Máquinas Humanas. La Cruda Realidad de la Existencia. La Creación de Hombres Solares. La Preparación del Mercu­rio. Los Colores de la Alquimia. Los Cuerpos Solares. El Hombre Causal. El Hombre Solar.—

Estamos aquí para estudiar: ustedes para escucharme, y yo para hablar.

Ciertamente, saber escuchar es algo muy difícil; más fácil es saber hablar. Cuando se escucha, por lo común inter­viene un traductor dentro de nosotros que es el Yo, el Ego, el Mí mismo, el Sí mismo, y todo lo traduce de acuerdo con sus propios conceptos, ideas, opiniones, etc, etc., etc.

Así que, saber escuchar no es tan fá­cil. Ante todo se hace necesario comprender que hay algo en nosotros que está más allá de lo meramente físico.

Tenemos un cuerpo de carne y hue­so, eso es obvio, y cualquiera acepte esa realidad, pero muy pocos comprenden que tenemos una sicología susceptible de modificación. Hay necesidad de com­prenderlo si es que en realidad de verdad deseamos transformarnos.

Quienes aceptan que tienen una sicología, de hecho comienzan a auto-observarse. Cuando alguien se auto-obser­va, es señal de que intenta transformarse. Nosotros necesitamos transformarnos.

La vida así como está, en realidad de verdad, no es muy atractiva: nacer, crecer, decrecer y morir; se vuelve dema­siado aburridora. Trabajar terriblemente para existir y existir en una forma mise­rable, no tiene caso. No solamente exis­ten en forma miserable las gentes que tienen dinero, sino también las gentes que no lo tienen.

Hay dos maneras de revolcarse entre el lodo: algunos se revuelcan entre el lodo de la miseria, y otros se revuelcan entre el lodo de las riquezas; todo es desolador.

Así que, vivir por vivir, existir así porque sí, sin saber por qué, ni para qué, no tiene la menor importancia.

¿Qué es lo que somos? ¿Con qué objeto existimos? ¿Para qué vivimos? ¡Tantos afanes! ¿Y al fin qué?

Cada uno de nosotros es simplemente una máquina encargada de transformar energías.

Sucede que las energías de los Sie­te Planetas, energías planetarias del Sistema Solar, no pueden pasar así porque sí al interior de la Tierra, debido al hecho mismo de que nuestro planeta es diferen­te: es un mundo gobernado por cuarenta y ocho leyes, un mundo completamente distinto a los otros mundos del Sistema Solar.

Miradas las cosas desde este punto, es claro que necesita este Sistema Solar en general, de canales para que la energía Cósmica o Universal, pueda pasar única­mente. Se necesita que se transforme mediante los mismos canales. Sólo una energía transformada y adaptada fuera del organismo del Planeta Tierra, podría ser útil al mismo.

Téngase en cuenta que la Tierra es un organismo vivo, que necesita exis­tir, que tiene necesidad de las energías Cósmicas de la existencia, de las energías Cósmicas para vivir. Así como nosotros tenemos necesidad de tener energías para existir, así la Tierra nece­sita energías para vivir; es un organismo. Pero las energías que recibe la Tierra para que pueda existir, vienen de otros planetas del Sistema Solar, repito, pero como nuestra Tierra es tan distinta a los otros planetas, se necesita que esa energía se transforme para que pueda alimentar al planeta Tierra. Y no podría transformarse si no existiesen canales por donde la energía pasase.

Afortunadamente esos canales exis­ten, están constituidos por la vida orgá­nica que como fina película, el Logos ha establecido en la costra terrestre: es pues, la delgada película de la vida orgánica vegetal, animal, humana; es necesaria para que las energías puedan transformarse y pasar al interior de la Tierra. Sólo así podría existir la Tierra, de lo contrario, no podría existir como organismo vivo.

Nosotros los seres humanos somos simplemente máquinas por donde la ener­gía cósmica debe pasar. Cada uno de nosotros recibe ciertas cargas de elec­tricidad y magnetismo que luego trans­forma inconscientemente y retransmite automáticamente al interior mismo de la Tierra; para eso existimos.

¡Tantas amarguras para que la Tierra exista, para que esta mole plane­taria gire alrededor del Sol, y nosotros que nos creemos tan grandes, y realmente no somos más que simples maquinitas transformadoras de energías! Y el motivo de nuestra existencia es ése. Para que esta mole planetaria exista, debemos conti­nuar nosotros; trabajar para comer y poder vivir, existir para la economía de la naturaleza.

A ella no le importa qué ideas ten­gamos, qué creencias; a ella lo único que le interesa es recibir el alimento correspondiente, el alimento energético que debe pasar por nuestros cuerpos; eso es todo.

Nosotros vivimos riñendo en las ca­sas, en las calles, o en los campos de batalla; sufriendo bajo el tacón de un tira­no en la fábrica, posiblemente el de la oficina; pagando nuestros consabidos impuestos para poder figurar como ciu­dadanos; Pagando una renta para que no nos pongan de patitas en la calle, etc., y todo para que esta mole pueda existir, para que este planeta pueda for­mar parte del concierto de los mundos, para que pueda palpitar y tener existencia.

¡Tantas madres que sufren! ¡Cuán­tas más adolecen de falta de alimento, algunas ni siquiera tienen la leche para sus criaturas! ¡Cuántos ancianos con sus consabidas experiencias! ¡Cuántos niños que empiezan a recibir regaños! En fin, todo para que una mole planetaria exista.

Es un poco duro esto, un poco cruel, - diría yo -, despiadado; y eso somos, nada más que eso. Si siquiera fuéramos seres humanos, algo sería; pero ni eso. Los pobres animales intelectuales car­gando la pena de vivir, eso es lo que so­mos. Parecería muy pesimista por aque­llo de que contrasta.

Recordemos las famosas pachangas, y reímos ante la copa, etc., y nos parece que la vida tiene momentos felices y es que no sabemos nosotros entender lo que es felicidad: confundimos a los instantes de placer con la auténtica y legítima felicidad. Obviamente marchamos por caminos equivocados, y ¿qué queda después del hastío, del pla­cer? Únicamente el desengaño, la decep­ción.

¡Cuántas veces se casa un hombre que cree que adora a una mujer! ¡Una mujer que cree que ama a su hombre! ¡Se casan! Más en realidad de verdad estaban auto-fascinados, no se amaban; Creían que se amaban, mas no se ama­ban; Ellos pensaban que se amaban. Lo que sucede es que se confunde el Amor con la pasión. Satisfecha la pasión mera­mente animal, lo único que queda en la pareja que tanto se adoraba es el asco, el hastío, la decepción, y eso es todo. De allí en adelante, la cosa es rutinaria; solamente se habla de Cuenta de Banco, de la renta, de la ropa que está sucia y hay que lavarla, que necesitamos un carro para salir al trabajo de cuando en cuando, salir por allí a dar un paseo para buscar un escape al aburrimiento o a una pachan­ga que termina en una tremenda borra­chera con gran decepción. Y así va pasan­do la vida hasta que llegamos a viejos, y ya viejos nos sentimos veteranos, nos gusta que nos llamen los bisnietos, que nos digan abuelos, para narrarles nues­tras tristes historias de las cuales nos sen­timos orgullosos, historias corrientes de la vida: “En mis tiempos el presidente fulano de tal hizo tal y cual obra”; para contarles alguna cruenta lucha fratricida en la que tomamos parte, obviamente para documentarla con nuestras heridas de guerra, de las que bien podemos sentimos orgullosos; que murió nuestro hu­mano tal; que nuestro primo perdió su fortuna o de que los tiempos aquellos eran mejores, etc. Al fin, llegó la muerte un día infeliz.

¿Para eso trabajamos tanto?

Afortunadamente en el LOGOS hay algo más, el Sol es compasivo. Si bien es cierto que nos tiene convertidos en unas maquinitas ahí sirviendo a la naturaleza que creó, no es menos cierto que tiene un interés creado también.

El no va a crear una naturaleza, no va a crear una vida orgánica en la costra de un mundo encargada de dar vueltas alrededor del Sol así porque sí. Ningún caso tendría crear un planeta para que girara alrededor de un centro de gravi­tación nada más porque sí, como por vacilar, sin un propósito definido. No tendría caso haber creado este planeta para nada; tiene que haberlo creado para algo. Crear para nada sería, dijé­ramos, la tontería de las tonterías. Yo creo que ni ustedes lo harían. Ustedes no se pondrían a hacer un aparato ahí, y hasta sufrir por el tal aparato; ponerlo en la existencia para nada, para luego destruirlo. Yo creo que tiene un objetivo esta creación. Él cobra un precio, sí y nos exige de verdad por haber creado la delgada película de la existencia orgánica sobre la faz del mundo. Él quiere sacar algo de allí, tiene un interés, y tiene razón además. Él quiere sacar una Cosecha de Hombres Solares; la idea no está mala, pero sí difícil.

Se trata de un ensayo muy espantoso por cierto, y bastante trabajoso en el tubo de ensayo de la naturaleza. Eso es lo que él quiere, crear Hombres Solares.

Me viene a la memoria en este mo­mento Diógenes con su Linterna. Él anduvo un día por las calles de Atenas con una lámpara encendida buscando un Hombre, y no lo halló. Y llegaba a la casa de los Sabios con la linterna, se pa­seaba por las habitaciones con su lám­para buscando en los rincones, en los patios, en los corredores.

— ¿Qué buscas Diógenes? Le decían.

— ¡Un Hombre!

— Pero si las calles están llenas de hombres, las plazas públicas están llenas de hombres.

— ¡Esos no son hombres! Respondió. ¡Son bestias! ¡Comen, duermen y viven como las bestias! Y visitó las casas de los científicos y de los artistas y por donde quiera hacía lo mismo, Es obvio que los enemigos aumentaban a medida que visi­taba casa tras casa, todos se sentían ma­nifiestamente ofendidos con Diógenes, y tenía razón, no lo halló.

Muchos han querido creer que sí lo halló en alguna parte. Partidarios de Marat pensaban que si lo había encontra­do en una cueva, ¡tontería! La verdad fue que no lo halló. Si Marat fue un Hombre, allá Marat. Pero hallar a un Hombre de verdad, en todas partes es muy difícil; no lo halló.

Vivía Diógenes dentro de un tonel; ahí comía y allí existía; ni siquiera tenía casa. Vivía dentro de un tonel, es decir, lo que diríamos nosotros, un recipiente, un barril.

Lo interesante de Diógenes, fue que al tiempo de morir, le isitara entonces, nada menos que Alejandro Magno, aquél que logró colocar a toda Europa, a toda Asia bajo su cetro. Se dio el lujo de co­rrerlo un hombrecillo como Diógenes viviendo dentro de un tonel, se da el lujo de “correr” a Alejandro Magno. Dice en su agonía: “Alejandro, retírate y déjame a solas con mi Sol”. Es decir, con su Dios interno, y a Alejandro no le quedó más remedio que irse, es decir, lo puso de patitas en la calle. Un humilde Hombre como Diógenes poniendo de patitas en la calle a Alejandro Magno, es un lujo que todos no se pueden dar, ¿verdad?

Bien, continuando hacia adelante, llegamos a la conclusión de que Hom­bres auténticos en el sentido de la palabra es muy difícil de encontrar, muy traba­joso.

Afortunadamente el Sol ha deposi­tado en las glándulas sexuales los gér­menes para el Hombre. Podrían desarrollarse tales gérmenes si nosotros cooperamos con el Sol, entonces dejaríamos de ser simples máquinas parlan­tes como actualmente somos, nos conver­tiríamos de verdad en Hombres, en Reyes de la Creación. Pero decir que esta huma­nidad está compuesta por Hombres es exagerar la nota, porque yo entiendo que el Hombre es el amo y Señor, el Rey; así lo dice la Biblia, el Rey de la Creación, creado para gobernar a todas las especies animales, vegetales; para gobernar el mar, el aire, el fuego, y si no es Rey, no es Hombre.

¿Cuál de ustedes puede gobernar a los elementos? ¿Cuál de ustedes es capaz de desatar las tempestades? ¿Cuál de ustedes es capaz de extinguir un in­cendio? ¿Cuál de ustedes es capaz de po­ner en actividad los volcanes de la Tie­rna? ¿Hacer estremecer el mundo? ¿De­satar un terremoto o destruirlo?

Si no somos amos de la Creación, entonces no somos Hombres. Porque está escrito en la Biblia que el Hombre es e1 Rey de la Creación. Así, pues, somos Reyes, o no somos, Si somos víctimas de las circunstancias, si un terremo­to acaba con siete mil personas como sucedió ahora en Europa el siete del presente mes, ¿en qué quedamos? ¡Víctimas de sus circunstancias!.

¿Dónde están los Hombres? Si pueden aplastarnos los elementos de la misma forma en que nosotros aplasta­mos un hormiguero, ¿dónde está la ca­racterística de Hombres que decimos que somos? Realmente por mucho que presumamos de tales, en el fondo no somos más que simples animales condenados a la pena de vivir.

Hay gérmenes aquí en nuestras glándulas, gérmenes que podrían trans­formarnos en Hombres. Esos gérme­nes deben desarrollarse en nosotros. Pueden desarrollarse si cooperamos con el Sol y sus ideas Solares. Para eso es que Él ha creado esta raza. No solamente para que sirva de economía a la naturaleza, uno con el propósito bien definido de sacar una Cosecha de Hombres Sola­res.

En tiempos de Abraham el profeta, pudo el Sol sacar una cosecha hermosa de Hombres Solares. Durante los pri­meros ocho siglos del Cristianismo, se logro otra pequeña cosecha. En la Edad Media, unos pocos. Actualmente se está haciendo el último esfuerzo, pero como quiera que esta humanidad. Perversa del siglo XX se ha vuelto ene­miga de las ideas Solares, terriblemente materialista, mecanicista y lunar en un ciento por ciento, el Sol trata ya de perdida, sacar una cosecha pequeña de Hom­bres Solares. Luego de sacada la Cosecha, destruirá la Raza porque ya no le sirve para el experimento, ya no tiene caso, ya no le sirve a su experimento.

Gente que ya no tiene ningún inte­rés en las Ideas Solares, que solamente piensan en las cuentas de banco, en los flamantes automóviles, en las actrices de Hollywood; gentes que solamente quieren sus acciones pasionarias sexuales, drogas, etc., no sirven ciertamente para el experimento del Sol.

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