Nadie conseguirá que me arrepienta de lo que he apreciado y estudiado, pues fui yo quien busqué (la verdad) y no fue ella quien vino a mí. Quien quiere visitar una nueva ciudad no puede quedarse tendido en el colchón; quien no enciende fuegos en el horno no alcanzará condición de buen doctor. Ningún cosmógrafo se formó sentado a la mesa; ningún quiromante, en el comedor; ningún geomante, en su celda. De modo semejante, no podemos alcanzar la verdadera medicina sin múltiples indagaciones. Dios hace al medico verdadero, aunque no lo libre de penalidades: "Comerás del trabajo de tus manos y eso será bueno para ti". Así pues, dado que lo importante es la verdad y el entendimiento de lo que se ha visto y que el corazón se ría o bien se atemorice con ello, no será para mi trabajoso ni deshonra peregrinar y reunirme con aquellos hombres -a los cuales algunos insensatos menosprecian- para explorar lo que late en el limbo de la tierra y saciarme con las funciones del médico verdadero, para que la medicina exhiba, junto a Dios, su buen orden y utilidad, y no pueda merecer, por parte de los ociosos, otra condena que la de su utilidad. Por lo tanto, que quede tumbado en su colchón aquel que lo desee; yo me complazco con mi peregrinaje y con aquellas cosas de Dios y el tiempo me permitan investigar y ver. Este opúsculo va dirigido a los lectores bien dispuestos que desean aprender y aman la luz de la Naturaleza, para que descubran el fundamento de mi verdadera medicina y rehuyan las bagatelas de los cacomédicos y puedan salirses al paso con alguna de mis razones.

PHILIPUHUS AUREOLUS THEOPHRASTUS BOMBAST VON HOHENHEIM PARACELSO. 

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