Amiga mía; se que me llamasteis aquel día que decidí de atravesar el pantano de las luciérnagas caídas...
Se; que ese día todos me buscasteis sin aliento, para que no cometiera tal delirio, pues...
Escuchando vuestras plegaria al cielo y a los montes, para que no me dejaran pasar y cortaran el sendero a la locura...

Amiga mía...!
Es hora, te dije...!
Es hora...!

De caminar entre el fango y el chismorrear de los sin alientos.
Adentrandome yo entre las oscuras y malolientes cavernas del valle de los caídos, caminando entre aquellas voces desoladas que pedían aquello que yo no podía darles, pues no iba adentrandome yo para ellos, pues era mi corazón el que me guiaba hacia mi mismo...

Tormento, tras tormento...
Locura, tras locura...
Oh...

Adentrandome cada vez mas entre las oscuras y tenebrosos valles y montañas con la luz caída en el firmamento, por una densidad que ni si quiera me paraba a pensar en su tristeza, pues un lugar donde nací, y donde e de acudir a rescatarme a mi mismo...

Buscando aquel templo, junto al valle de los naght, buscando la montaña sin rostro; es allí, querida amiga donde me dirijo, es allí donde tendré que vencer mi propia muerte, mi propia vida, amiga mía...
Una conquista que todos hemos de pasar alguna vez...

En este telegrama, amiga de los días, no te dire, el deleite que siento, con tanta miseria, con tanta oscuridad, que sin corazón de fuego, mi aliento fuera congelado y marchitado por el aire que aquí se respira.
Oh...
Padre de mi...

Amiga, e llegado después de centenares de días, e llegado a mi locura...
Veo con mis ojos aturdidos y llenos del néctar que te hace vivir aquí entre las ansias de la incertidumbre de quien eres ahora...
Veo, veo lo que soy...
Veo la parte que e dejado a los aires del abismo...
Entrare a mi propio templo, para pedir misericordia, y adentrarme a mi propia muerte...
Amiga mía, si dentro de 28 lunas no recibes ningún telegrama de tu dulce amigo, pues...

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